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martes, 29 de marzo de 2011

El Coyote.

La mala fama del Coyote viene de muy antiguo. Ya para los indios era el símbolo de la muerte y la desgracia. El hombre moderno no tiene mejor opinión de este inteligente animal que ha sabido adaptarse como ninguno a los inconvenientes que la civilización ha volcado sobre la vida salvaje.

Su gran expansión comienza en el siglo pasado, con la llegada de multitud de colonos a las zonas más apartadas del continente. Ante tal presión, muchos de sus más directos competidores, incapaces de adaptarse a la presencia humana sufren una drástica reducción en sus poblaciones, dejando el terreno libre para el coyote, que empieza a ocupar hábitats y regiones que hasta entonces le estaban vedadas.

La clave del éxito de estos cánidos comienza por su regimen alimenticio muy poco exigente, pudiendo comer pequeños roedores, mamíferos, reptiles e incluso frutos y bayas cuando el hambre así lo exige.

Los coyotes viven generalmente en parejas y los pequeños grupos que en ocasiones se ven, suelen ser parejas acompañadas de su prole. Las hembras comienzan a entrar en celo en las primeras semanas del invierno y para los primeros días de marzo las parejas ya están establecidas y ocupan una madriguera que rara vez han excavado ellos mismos. La gestación ocupa un periodo de nueve semanas en las que el macho, como en la mayoría de los cánidos, se ocupa de la alimentación de su consorte. El número de cachorros oscila de cuatro a siete y a las dos semanas de vida ya son capaces de comer carne previamente masticada.



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